Cuando te enfrentas a un lienzo en blanco y elevas tu pincel para ese primer trazo dibujar, suelen emerger las dudas.
Estas, se sientan enfrente tuya como niños traviesos en un teatro y te bombardean a preguntas mientras te observan con curiosidad.
¿Tienes ya claro eso que pretendes? ¿Sabes cuál es su fin y de qué modo te va a ayudar?
¿Qué ha acontecido en tu vida estos últimos años? ¿Por qué este viaje era necesario y no sencillamente casual?
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Cada cual a su modo en este tiempo, hemos sobrevivido a una tempestad personal. Olas de acontecimientos para los que no estábamos preparados y que sin previo aviso, nos arrojaron a un mar profundo de incertidumbre hundiendo nuestras antiguas naves e impidiéndonos alcanzar los destinos un día pretendidos.
Proyectos personales y profesionales que terminaron en las rocas de un acantilado, destrozados por esa tormenta perfecta y arrojándonos a una inmensa playa de arena desde donde entonces pudimos, tan solo algunos afortunados, aprender de nuevo a caminar.
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En esas circunstancias todo cambia.
Nuevo escenario y nueva obra a representar.
Lo que un día tenía valor dejaba de tenerlo. Lo que antes apenas te servía y le prestabas escasa atención, de pronto cobraba relevancia sin igual.
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Los supuestos caros diamantes que habías acumulado en los bolsillos a lo largo del tiempo, tan solo eran ya meros trozos de cristal en un lugar donde nadie albergaría la idea de comprarlos.
Salvo eso sí, que hubiera un duro coco que partir o una vieja madera que ser dividida y necesitáramos algo para golpear o un resistente filo que nos ayudara a cortar aquello.
El objeto era el mismo, es verdad. Mas desaparecida la joya por trivial, apareció una ingeniosa navaja con una utilidad distinta y se revolucionó el cuento.
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Cuando iniciamos una etapa nueva o una empresa a menudo ocurre una situación igual.
Solemos prestar más atención a aquello que falta y que una vez fuimos, que a aquello de lo que disponemos, podemos hacer y que tan extraordinario valor tiene ahora.
Construimos mentalmente desde la escasez y no desde la abundancia. Vivimos la angustia del miedo por no llegar, olvidando lo mucho y bueno alcanzado.
Desechamos al construir toneladas de experiencia, talento y pasión solo porque no llegamos a encajar aún todas las piezas en el puzzle, sin darnos cuenta que ese sencillo paso al éxito se dará, cuando entendamos que la realidad depende exclusivamente de nuestra percepción, siendo esta el verdadero velo a eliminar para abrirnos los ojos a otro nuevo y más floreciente escenario.
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Iniciamos un viaje apasionante con la ilusión de aportar valor para renacer, en un mundo donde los negocios deben ser la herramienta con la que impulsar una parte fundamental de nuestras vidas.
Una herramienta que aprendamos a utilizar mejor y a cuidar de ella para que ella nos cuide a su vez, con el objetivo de lograr el bienestar y un equilibrio mágico en una perfecta armonía.
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Retirada la marea tras el vendaval siempre quedarán en la arena tesoros con los que construir otra vez.
Y aunque con cada subida y bajada aparecerán más, es tiempo de levantar un bello edificio ya, con esta primera piedra.
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